Hace unos días, la comunicadora del telediario de
una cadena pública nacional dedicaba muchos minutos de su preciado tiempo
a orientar a los padres sobre las medidas de las faldas y la amplitud que deberían o no llevar los escotes
de sus hijas, en pro del recato, claro está.
Al parecer, muchos padres están preocupados, decía la comunicadora, porque el verano se acerca y para algunas jóvenes será su primer verano tras experimentar una serie de cambios en su cuerpo, por lo que querrán lucir minifaldas, así que nada mejor que mostrar a la audiencia un taller donde se les enseña el decoro y ayude a los padres a pasar tan preocupante trance.
Días antes, ese mismo
telediario nos sorprendía con la llamativa “exclusiva” de que según unos
psicólogos anónimos rezar en las iglesias puede suponer un notable alivio para
los millones de parados de este país. Alabados seamos¡
A este paso, la profesión de
periodista puede quedar aún más deteriorada de lo que está en la actualidad
porque parece ser que modistos, psicólogos, curas y otras respetables
profesiones gozan de una alta estima entre los editores y directores de esos
informativos que prefieren contar cotilleos de vodevil a noticias interesantes.
Y ante eso, una vez más hay que
reivindicar algo tan básico como el deber de informar de los periodistas y el
derecho a la información de los ciudadanos. No lo olvidemos, por favor. Seamos valientes hablando de la realidad que vivimos.
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