LA TWITTERA HILLARY
Hillary Clinton, Secretaria de Estado de
EEUU, acaba de aterrizar en Twitter. Y lo ha hecho a lo grande. Ha sido un aterrizaje el suyo por todo lo
alto, o, tal vez, muy pensado para volar muy lejos.
Están extasiados los analistas de las
redes sociales ante la potencia y esplendor que destila la irrupción de la
otrora Primera Dama en el mundillo de los 140 caracteres.
Fue el suyo un tuit corto y directo en
el que daba las gracias a los que hasta ahora llevaban imaginariamente su
ausencia y les decía que a partir de ahora ya se ocupará ella en persona de esta cuenta,
ella misma, dice en su primer tuit.
Al tiempo, su perfil refleja una
definición personal estudiada al mínimo detalle para hacer cómplice de su
proyecto al mayor número de personas de las más variadas creencias y
aspiraciones (madres, esposas, trabajadoras, poderosos, humildes, amantes de
los animales, escritores, “rompedores de
techos de cristal” y lo que venga…)
En 24 horas, la probable candidata a
la presidencia de los EEUU tenía tras sí una legión de 360.000 seguidores, diez
mil más que el rebaño que logró reunir el pastor Benedicto XVI en su primer y
famoso tuit de diciembre del 2012.
Esa estudiada puesta en escena y la
línea directa de comunicación que acaba de abrir la política norteamericana con
sus electores supone una demostración inequívoca del imparable avance de Twitter
sobre otras redes sociales y confirma, por si quedase alguna duda, que la
comunicación política (la comunicación en general) no se volverá a dirimir nunca
más solo en los sesudos diarios, ni en los mensajes radiofónicos ni siquiera en
los muy importantes debates televisados. Con menos recursos tecnológicos, con
más agilidad y sin medios interpuestos es factible conectar con las emociones
de mucha gente.
Claro que para ello sigue haciendo falta algo
imprescindible: tener algo qué contar y saber contarlo.
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