Durante las últimas semanas, miríadas de periodistas y asimilados (o sea tertulianos, políticos, presentadores, adivinos de salón y otra fauna de similar calibre) han consumido todo un universo informativo sobre supuestas encuestas que suponían abultada victoria de un partido catalán volcado hacia el soberanismo. Llegada la hora de la verdad, no hubo el menor parecido entre las encuestas y la cuenta. Otro brochazo para las empresas de encuestas (que nunca piden disculpas por sus reiterados patinazos) y de rebote otra regañina para tanta información basada en supuestas profecías. Cuesta demasiado ganar credibilidad en materia de comunicación, pero es muy fácil perderla a golpe de encuesta.